Entre antorchas y silencios: el rito nocturno que rescata el alma patrimonial de Valparaíso
La noche porteña tiene sus propios códigos, susurros de viento y quejidos de madera en los 42 cerros. Pero hay noches que se tiñen de un silencio distinto, solemne y cargado de historia. Son las noches en que un bombero de Valparaíso dice su último adiós, y la ciudad se detiene para un rito que es mucho más que un funeral: es la reafirmación viva de su patrimonio cultural inmaterial.
El reloj apenas marca la hora en que el sol se oculta tras el Pacífico cuando las sirenas comienzan a sonar, no en señal de alarma, sino de duelo. Cientos de voluntarios, uniformados con sus chaquetas de parada, toman las calles. No hay prisa ni caos; hay orden, respeto y una tradición que se remonta a más de 160 años. El cortejo avanza, y la única luz que guía sus pasos no es artificial, sino el prender las antorchas que portan en sus manos.
Lo descrito sin duda, todo porteño lo ha visto, escuchado o vivido en persona alguna vez en su vida. Pero, para conocer en primera persona esta tradición, Ezio Passadore, autor del libro “Anoche Murió un Bombero”, nos acompañará en el conversatorio “El rito nocturno que rescata el alma patrimonial de Valparaíso” que se llevará a cabo este viernes 7 de noviembre a contar de las 17:00 horas en el Museo de Historia Natural de Valparaíso.
La Semilla de 1859
La importancia de este rito no reside solo en su emotividad, sino en su raíz histórica, que es la raíz misma de la institución bomberil más antigua de Chile. El 12 de abril de 1859, en un Valparaíso convulso por la revolución y bajo un estricto toque de queda, las autoridades negaron el permiso para sepultar a Domingo Segundo Espiñeira, un voluntario de la Tercera Compañía. La hermandad bomberil, desafiando la prohibición, decidió sepultarlo en la oscuridad de la noche, iluminándose con los escasos faroles y antorchas disponibles.
Ese acto de lealtad y desafío se grabó a fuego en la memoria colectiva. Lo que nació como una necesidad impuesta por el autoritarismo, se transformó en un símbolo de identidad y resistencia. Hoy, cada funeral nocturno es un espejo de aquel primer adiós clandestino, un acto de memoria histórica que se transmite de generación en generación.
Patrimonio inmaterial en movimiento
Este rito es un ejemplo magistral de patrimonio cultural inmaterial. No es un edificio, ni una pintura; es una práctica social, un acto ritual que la comunidad de bomberos y la ciudadanía de Valparaíso reconocen como propio. A través de este acto, se conservan y transmiten valores fundamentales: la abnegación, el sacrificio y un compañerismo que trasciende la vida misma.
El uso de las antorchas, el horario nocturno, los toques de sirena y la "última lista" (donde el nombre del fallecido es respondido con un rotundo "presente" por sus camaradas) son elementos simbólicos cargados de significado. El fuego, su eterno adversario en servicio, se convierte aquí en la luz que honra su memoria, guiando su descanso final.
La comunidad porteña es parte integral de este rito. Los vecinos salen a las calles, algunos se cuadran con respeto, otros se persignan. El silencio que se instala en el trayecto es un reconocimiento tácito de la ciudad a sus héroes y, a la vez, una afirmación de su propia identidad. En una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO por su arquitectura y trazado urbano, este patrimonio intangible de sus tradiciones bomberiles añade una capa de profundidad invaluable a su cultura viva.
La ley del reconocimiento
La relevancia de este rito es tal que recientemente ha obtenido un espaldarazo legal, con la aprobación de una ley en 2024 que otorga un marco normativo para que estos funerales nocturnos puedan realizarse sin inconvenientes logísticos. Esto demuestra que la tradición ha trascendido lo puramente simbólico para convertirse en una práctica social reconocida y protegida por el Estado.
En cada funeral de bombero, Valparaíso no solo despide a uno de los suyos; rescata y conserva un pedazo de su propia alma. El rito nocturno con antorchas es una lección de historia en movimiento, una prueba de que las tradiciones, cuando están ancladas en valores profundos y compartidos, tienen el poder de perdurar más allá del tiempo, iluminando la noche para siempre.
Claudio Ampuero, periodista encargado de difusión patrimonial, MHNV